Las estadísticas de los últimos años son alarmantes respecto al aumento de enfermedad mental infantil, alcanzando unas proporciones nunca vistas lo que nos tiene que hacer pensar que los adultos algo tenemos que ver. Han cambiado los hábitos para todos: todo evoluciona y cambia. Las infancias de ahora ya no son como las de antes pero tenemos que pararnos, ver y vigilar si no estamos haciendo algo mal y si es así, rectificar. Creemos que el problema principal es el tiempo: ahora se habla de tiempo de calidad no de cantidad en la dedicación a los hijos, pero según la vida que llevemos es difícil. Esta calidad tiene que ser pausada, equilibrada, con contacto emocional y con tiempo para trasmitir valores y eso requiere tiempo, no “cápsulas de 15 minutos”.
Algunos datos:
1 de cada 5 niños tiene problemas de salud mental.
Se ha detectado un aumento del 43% de TDAH.
Se ha detectado un aumento del 37% de depresión en adolescentes.
Se ha detectado un incremento en la tasa de suicidios del 200% a la edad de 10-14 años.
Los niños de hoy están siendo sobre estimulados y poseen mayor número de objetos materiales que los niños de antes pero están siendo privados de algo tan fundamental para tener una infancia sana como:
Padres disponibles.
Límites bien definidos.
Dieta adecuada y unos horarios de descanso estables.
Movimiento en general y, sobre todo, en espacios libres (ya no se juega en la calle).
Juego creativo, relación social, juegos libres no estructurados y tiempo para aburrirse.
Los padres de hoy, no se puede generalizar pero, tienden a:
Se distraen mucho digitalmente.
Son indulgentes y permisivos, han puesto al niño en el centro y muchos niños ponen las reglas.
Figura que ahora los niños se merecen todo sin hacer nada para ganárselo y obtenerlo.
Muchos niños, fruto de esta falta de hábitos, duermen poco y de forma desordenada y la dieta no siempre es equilibrada y sana.
Su estilo de vida actualmente es más sedentario que en épocas pasadas, los juegos digitales actúan como niñeras tecnológicas, con gratificación inmediata y lo que es más grave, sin dejar tiempo para momentos aburridos.
Conseguir que nuestros hijos sean felices y saludables requiere de nuestro esfuerzo, pero creemos que pasa por:
Hay que establecer límites. Con ello los niños se sienten más seguros y protegidos, se les trasmite que los padres controlan y dominan las situaciones.
Hay que ofrecer a los niños lo que necesitan, no lo que quieren. Todavía no tienen criterio para saber lo adecuado, pero sí saben el capricho que quieren en ese momento y por breve espacio de tiempo. A veces hay que decir no, si tanto cuesta, ofrécele alternativas más adecuadas para él.
Hay que evitar la comida basura, los excesos en hidratos de carbono que están convirtiendo la obesidad en una epidemia en la que a largo plazo veremos sus consecuencias ya que es la precursora de la mayoría de las enfermedades crónicas del adulto.
Hay que hacer más vida al aire libre. Ofrecerles actividades como ciclismo, andar,…etc. Promociona el contacto con la naturaleza, para ellos todo es nuevo.
Procura cenar en familia, sin tecnología, donde se puedan compartir las vivencias del día.
En invierno los juegos de mesa pueden ser una solución, aquí sí puedes dejar que ellos manden en el juego.
Dale alguna responsabilidad casera, alguna tarea que dependa de ellos.
Implementa una rutina de sueño y asegúrate que descansan suficiente, este descanso es muy importante para tener un buen rendimiento escolar.
Hay que enseñar responsabilidad, no hay que proteger demasiado. Se equivocaran pero de la equivocación se aprende a desarrollar resilencia, y a superar los desafíos que encontraran en su vida adulta.
Hay que enseñar independencia: no cargues su mochila, no les lleves lo que se olvidaron, no hagas cosas que ellos pueden hacer como pelarse la fruta a partir de determinada edad. Recordar el proverbio: en vez de darles pez, enseñarles a pescar.
Hay que enseñarles a esperar y aprender a posponer la gratificación.
Hay que darles tiempo para que se aburran, es en los periodos de aburrimiento cuando la imaginación y la creatividad aparecen. Tienen que aprender a entretenerse y organizar su ocio.
Las tecnologías no tienen que suplir estos ratos de aburrimiento. Recuérdale en momentos de aburrimiento actividades que en otros momentos han citado como interesantes y con ilusión por hacer.
Sigue su evolución emocional: que encuentre el camino en momento de crisis. Enséñale a reconocer y gestionar sus frustraciones, a cómo autorregularse para que vaya aprendiendo a controlar su ira.
Hay que evitar las distracciones digitales de los padres en determinados momentos como puede ser en el momento de acostar a los niños:
Enséñales habilidades sociales: a saludar, a guardar turno, a compartir, a quedarse sin nada, a decir gracias y por favor, a reconocer su error y disculparse, pero sin olvidar que los niños básicamente copian, por tanto todas estas actitudes las tienen que ver en sus padres cuando tratan a otros.
No hay que olvidar los mimos: el poder de las sonrisas, de los abrazos y los juegos y eso vale para todas las edades, incluso para el adolescente.
Resumen: la educación de los niños requiere mucha dedicación y constancia por parte de los padres, y su salud mental está más relacionada con la coherencia de los mensajes que les trasmitimos y con los ejemplos que damos, más que con todos los “extras que podamos facilitarles”.